Prólogo
Omar se limpió las lágrimas disimuladamente durante el funeral de su padre, para no mostrarse débil. En el ambiente en que se movía su familia, no se podía mostrar debilidad. Ni siquiera en el entierro de tus padres.
Su familia se dedicaba desde hacía varias generaciones al narcotráfico. El primero en el negocio había sido su bisabuelo, después su abuelo, y a él lo había reemplazado su tío y, cuando este fue asesinado, tomó el control su padre. Todos ellos ya estaban muertos. La única familia que le quedaba eran sus primos: Verónica y Aarón.
Verónica, por ser mujer, quedaba fuera de optar al liderazgo del negocio. Él mismo se había marginado por no tener el temperamento necesario, por lo que la opción más lógica era su primo, que tenía el carácter y era cinco años mayor.
Aarón se acercó a él después del funeral y le pidió hablar, llevándolo a una oficina donde nadie pudiera escuchar su conversación.
—¿Cómo estás? —preguntó Aarón apenas cerró la puerta.
—Bien, todavía algo aturdido. ¿Se sabe algo sobre el asesino de mi papá? —Omar estaba melancólico y triste, pero no por eso dejaba de pensar en quiénes habían acabado con la vida de su padre.
—No sabemos dónde está, pero sabemos quién fue. No se lo dejaremos a la policía, Omar, esto es personal, nos encargaremos de él. —Las palabras de Aarón fueron como un bálsamo para Omar, confiaba en su primo y sabía que cumplía siempre con su palabra. Su padre sería vengado, de eso no tenía la menor duda.
—Sé que lo harás.
—Lo haremos, estamos juntos en esto, primo.
—No, Aarón. Sabes que no estoy interesado en seguir en el negocio. Sé que es lo que todos esperan, pero prefiero terminar mi carrera y dejártelo a ti.
Omar estaba cursando el último año de Administración de Empresas y sus planes siempre habían sido alejarse de todo aquel negocio sucio, aunque su padre y su familia esperaran lo contrario. Ahora era el momento de ser firme y hacerle entender a su primo que no le interesaba el negocio, que le dejaba todo a él, al que mejor podría manejar la situación.
—Omar… —comenzó su primo, incómodo—, siempre hemos sido como hermanos, y lo que voy a pedirte es probablemente el favor más grande que le he pedido a nadie.
Omar se sorprendió; Aarón no era un hombre que pidiera favores. Por el contrario, todo el que trataba con él siempre estaba en deuda, ya que sabía cuándo y cómo cobrarse cada una de esas deudas pendientes.
—¿Qué necesitas? —La curiosidad mató al gato y en este caso Omar cayó en la trampa de su primo. Esa pregunta sellaría su destino, uno que había evitado en todo momento.
—Quiero que estés a la cabeza del negocio.
—¡No! —dijo casi gritando.
La desesperación en la voz de Omar debió ser mucha, ya que Aarón lo sostuvo fuertemente de los hombros y lo mantuvo firme hasta que sus ojos se alinearon. Su mirada fría y calculadora estremeció a Omar, que no sabía cómo hacer para huir de esta conversación, de la miserable vida que le esperaba si no lograba mantenerse firme en su postura.
Omar no quería tener nada que ver con el negocio familiar, así se lo había hecho saber hace tiempo a su padre, pero jamás supuso que lo perdería tan pronto. Ahora, su mundo estaba girando ciento ochenta grados hacia una dirección que no quería, una de la que siempre había querido escapar.
—Escúchame, Omar…
Aarón fue firme, nunca apartando la mirada de su primo, tratando de hacer prevalecer su superioridad de carácter y edad.
—¡No! Ya hemos hablado de esto antes, tú siempre fuiste la mano derecha de mi papá, conoces el negocio mejor que yo, mejor que nadie. —Omar trataba de razonar con su primo, los hechos debían ser suficientes para que Aarón entendiera su punto, ¿o no?
—Mi novia, Rebeca, está embarazada… —confesó Aarón con un suspiro, liberando en el acto el fuerte agarre que mantenía sobre Omar.
Los brazos de Aarón cayeron a sus costados y sus hombros bajaron en señal de rendición. Una segunda cosa por lo que Omar se maldeciría en el futuro. Jamás podía ver a alguien vencido y dar la vuelta sin ofrecer su ayuda.
—¿Vas a ser papá? —La pregunta parecía obvia pero no pudo impedir que saliera de sus labios. No esperaba formar una familia, al menos no una tradicional, por lo cual esta noticia lo colmó de alegría. Y también sintió un poco de envidia de Aarón.
—Sí. Y estoy aterrado, Omar. Este negocio atrae a muchos enemigos, nuestros padres fueron asesinados, mi mamá también… Y si alguno de nuestros enemigos sabe que soy la cabeza del negocio, irán detrás de mí y mi familia. No puedo perderlos, no soportaría que mataran a mi hijo.
La súplica en los ojos de Aarón no hizo, por el momento, que Omar dejara de negarse. ¿Acaso no había dicho hasta el hartazgo que no formaría parte del negocio?
—No puedo hacerlo, Aarón, no tengo el carácter, no podría…
Vender drogas, matar gente, mandar a ejecutar personas… La lista seguía, pero Aarón sabía a lo que se refería.
—No deberás hacerlo, yo seguiré a cargo, tú solo debes figurar como el líder, yo seré tu mano derecha y me encargaré de todo lo sucio.
Ahora, los ojos de Aarón tenían un brillo que denotaba sus ansias de poder, su victoria inminente ante la negativa de Omar. Sabía que lograría que hiciera lo que a él le diera la gana. Omar siempre fue débil de carácter y jamás pudo imponerse a su primo. ¿Podría hacerlo ahora cuando Aarón más lo necesitaba?
—Literalmente, solo deberé poner el pecho ante las balas.
La declaración de Omar fue más una ironía que una afirmación. Su voz denotaba derrota y Aarón arremetió con toda la artillería, destrozando a Omar por dentro:
—Tú eres gay, Omar. Es probable que nunca tengas hijos, jamás arriesgarás más que Verónica o yo. ¿Acaso podrías vivir teniendo en tu conciencia la muerte de mi hijo si ocurriera?
Ese había sido un golpe muy bajo, Omar lo sabía, y no quería perder su oportunidad de tener una familia, aunque fuera diferente a la que Aarón iba a formar con su novia.
—¿Qué pasa si algún día conozco a alguien? ¿Voy a tener que negarme a estar con esa persona por este maldito negocio?
—No. Si conoces a alguien y quieres retirarte, encontraremos otra solución, pero por el momento, necesito que hagas esto por mí, por mi novia y mi hijo.
Omar cerró los ojos con ganas de llorar. Sabía que no podía negarse, Aarón era como su hermano, y aquel bebé por nacer sería su sobrino. ¿Cómo podría decirle que no?
Se dejó caer en una silla, derrotado. Todos sus planes y sueños se habían esfumado en solo unos pocos minutos. Sintió las lágrimas comenzar a caer una tras otra sin poder detenerlas. Se podía permitir ser débil delante de su primo, así que lloró por todo lo que estaba perdiendo, sabiendo que ya nadie podría verlo de esa manera nuevamente. Ahora, su vida jamás volvería a ser igual; una vez que ingresara al mundo de la droga, solo saldría de una manera: con los pies hacia delante.
«Bienvenido a tu nueva vida», se dijo, antes de cubrirse la cara con las manos y llorar hasta que ya no tuvo más lágrimas.
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