Ya era bien entrada la noche. Remi estaba muy cansado después de terminar un turno de 48 horas seguidas sin descanso. Su trabajo en la ambulancia era estresante, sobre todo porque era el momento en el que sus habilidades podían salvar la vida de aquellos que, de otra manera, no lograrían hacer su viaje hacia el hospital. Hacía cuatro años había decidido dejar su práctica como médico y trabajar como paramédico. La paga no era tan buena, pero en las calles se sentía libre para usar su don, y ahora sabía con certeza que podía hacer una diferencia. Como un cambiaforma lobo Omega tenía una habilidad especial que era considerada por muchos un regalo —o una maldición. Podía ver un aura en cada persona que, según su color, determinaba su estado de salud y la posibilidad de ofrecer su ayuda o no. Un aura azul indicaba salud y vitalidad. Un aura negra era señal de la proximidad de la muerte y que ya nada podía hacerse por salvar a esa persona. Un aura roja implicaba la necesidad imperiosa de ayuda urgente, y era en esos momentos en los que se sentía realmente útil, donde su habilidad era de utilidad. Podía hacer que el aura roja pasara a una naranja y luego a la ansiada aura azul. Después de lograrlo quedaba exhausto, pero la alegría que sentía al saber que había ayudado a salvar una vida, era suficiente recompensa para su cansancio.
En verdad, si su don como Omega solo consistiese en la capacidad para poder reparar los hilos de vida de cada persona antes de que fuera demasiado tarde, no lo estaría escondiendo de todos. Pero unido a esto venía su verdadero martirio. Podía ver los lazos sagrados entre compañeros destinados y, si estaban acoplados, era capaz destruirlos, dividiendo sus almas unidas, de tal manera de separar nuevamente sus destinos. No era que esa ruptura podía ser llevada a cabo impunemente, porque las personas involucradas debían quererlo. Pero odiaba esta parte de su don, en verdad era lo que consideraba su maldición y la razón de estar escondiéndose de su manada de origen. Afortunadamente, sus padres, apenas supieron que era un Omega y descubrieron cuál era su don, vendieron su casa y trasladaron a la familia lejos. El Alfa Brown había estado algo enojado con la lejanía de la familia Ford, ya que Charles, el padre de Remi, era uno de sus Betas. Pero Charles Ford no iba a dejar que su hijo fuera expuesto a ser posiblemente explotado y utilizado. Se asentaron en un pueblito pequeño, lejos de todo cambiaforma y allí vivieron felices, ocultando lo que eran de todos. Remi ganó una beca en una universidad muy prestigiosa y se trasladó para estudiar medicina. Su sueño era salvar muchas vidas. Pero cuando se fue a vivir a San Francisco para tomar una vacante como interno en el San Francisco General Hospital, se dio cuenta de que la constante puja de los médicos por lograr ascender y hacer que su nombre fuera reconocido en su profesión, era algo que estaba por encima de salvar la vida de las personas. Decidido a no dejar que sus sueños se transformaran en acumular dinero y prestigio, tomó la resolución de trabajar como paramédico y obtuvo un puesto en el UCSF Medical Center donde conoció a Alex, Cody y Steven.
Ahora, lejos de sus padres y con la determinación de no volver a su manda de origen, se había unido a la MDLHA. ¿Una manada virtual podría hacer que su soledad y necesidad de pertenecer, de encajar en algún lugar, fueran satisfechas? No lo sabía, pero ahora al menos tenía amigos y no se sentía tan solo. Y ellos conocían su secreto. Había sido toda una liberación contarlo a alguien, dejar que las palabras se formaran mientras sus dedos se deslizaban velozmente sobre el teclado. Su confesión estaba escrita, inmortalizada en aquella discusión que Cody comenzara, en la que el otro lobo abría su corazón y en la que Remi, en respuesta, había dado su voto de confianza revelando su gran secreto. Se sentía inquieto, pero no amenazado por sus palabras. Sus compañeros de manada habían prometido defenderlo y él lo creía —no solo en las palabras escritas, sino también en los hombres que las habían escrito.
La noche estaba cerrada, la luna permanecía oculta y no había una sola estrella en el firmamento. El manto oscuro se extendía sobre su cabeza, solo las luces parpadeantes de las luces de neón en las calles servían de guía para cada paso que avanzaba hasta el edificio de apartamentos en el que vivía. Las imágenes de miles de delgadas cuerdas doradas circulando a su paso, unidas a su otra mitad o buscando al que sería su complemento, era algo abrumador. Aun con las calles vacías, los hilos dorados parecían fluir por todas partes. Podía apagar su visión del aura de vida a voluntad, pero no así los filamentos dorados que brillaban ante sus ojos como si se burlaran de él. Su propio hilo dorado brillaba ahora más intenso, implicando que su compañero destinado no estaba muy lejos. Pero ¿acaso quería encontrarlo, compartir su “maldición” con otro? ¿Y si el hombre que el destino eligió para él resultaba ser alguien malvado? Tenía mucho miedo de los designios del destino y de aquel que resultara ser su compañero destinado. En su mente y corazón no tenía duda alguna que se trataba de un hombre, pero sentía el ligero presentimiento que su encuentro y unión no serían como los de los cuentos de hadas. Había tenido pesadillas con un inmenso hombre de cabello oscuro y ojos achinados que lo miraba con hambre, como si quisiera devorarlo de un solo bocado. No había podido ver su rostro, solo su gran tamaño, su cabello negro y lacio, y sus ojos dorados y rasgados. Pero sabía que ese era el hombre que el destino había creado para él, y le tenía miedo.
Recordó con pesar sus palabras escritas en respuesta al S.O.S. de Cody cuando el otro lobo había pedido consejo sobre su acoplamiento con su compañero: “Espero algún día encontrar al único para mí; pero te aseguro que cuando lo haga, no huiré y estoy seguro que dejaré que el tsunami me atrape”. ¡Qué hipócrita que resultó ser sin proponérselo! Porque ahora, con lo cerca que podía sentir que estaba su otra mitad, tenía miedo. Y no sabía si podría dejarse atrapar por el tsunami y no huir. Siempre había supuesto que cuando llegara el momento en el que se encontrara con el único que fue creado para él, se aferraría con uñas y dientes al hombre. Ahora, quería gritar y correr en dirección contraria. Y ni siquiera se había topado con él. ¿Cómo reaccionaría cuando en verdad lo encontrase? Porque estaba más que seguro que no faltaba mucho tiempo para que eso pasase. Miró su hilo dorado y sintió como si le hubiera guiñado un ojo, avisándole que no estaba para nada equivocado. Alejó esos pensamientos, tratando de no sentirse paranoico con el tema. Anticiparse sería lo peor que podría hacer.
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csantana –
Con “Génesis”, Gaby Franz nos dio a conocer una manada que se salía de lo habitual: una virtual.
Con “Cody”, empezamos a saber sobre la vida de uno de sus integrantes, además de ver cómo esta particular manada se iba formando.Y con “Remi”, nos da la oportunidad de adentrarnos en el mundo del ilusionismo y la magia, para no echar al olvido la singularidad que empapa toda esta saga, aún por terminar.
Remi, un lobo con un don especial que guarda para sí por lo valioso que puede resultar para posibles enemigos, conocerá a su compañero destinado en un “encontronazo” nada esperado. Receloso ante el amor, rechazará en un primer momento a Seti, un dragón de Komodo especializado en el arte del ilusionismo, y con una cuñada hastiada de la vida por la imposibilidad de engendrar, empeñada en emparejarlo con su hermana para salvaguardar la consecución de la especie.
Un aspecto a destacar, y que es común en toda la saga de “Manada de lobos hambrientos de amor”, es el estilo de lectura llevadero y ameno que la autora impregna en cada una de sus entregas, dotando a los personajes de caracteres propios que guiarán al lector a través de los temores y alegrías que los protagonistas irán sobrellevando a lo largo de la novela. Pero no solo los personajes principales harán del escrito una historia intensa, sino que algunos secundarios, como la infeliz Cahaya, le acarreará al lector una disyuntiva de amor-odio, despuntando así la creatividad y saber hacer de Gaby Franz.
A pesar de ser un libro enmarcado en la categoría de homoerotismo, nos encontramos con escasas escenas sexuales, aunque no por ello menos esperadas o explícitas, acordes con el momento de la trama y que sacarán alguna que otra sonrisa perversa al lector.
Lo que sin duda se podría evidenciar en este libro 2 de la saga, son los acertados y bien elaborados números de magia que Seti realiza junto a su escéptico ayudante, Remi. La autora describe cada uno de los espectáculos con precisión, haciendo partícipe no solo al público ficticio del show, sino también al real, a quien lo lee.
Los seguidores de esta saga encontrarán esta entrega esencial para la continuación de la misma, ya que en ella vuelven a aparecer nuevos personajes que, conociendo a la escritora, darán que hablar en sus próximos libros.