No quiero casarme contigo

¿Hay algo más guay que un tío hípster que a sus casi sesenta años sigue viviendo la vida como le da la gana? No, no lo hay, aunque pueda ser tan guay como imprevisible, y de golpe y porrazo te obligue a casarte si no quieres que el proyecto en el que llevas cinco años trabajando se vaya al garete.
Nicolás y Javier no estaban dispuestos a perder lo que con tanto esfuerzo habían construido, pero las condiciones de su tío para no vender su parte de la empresa a un tercero fueron claras: casarse antes de que él cumpliera los sesenta y que ese matrimonio durara, al menos, dos años.
Tras darle muchas vueltas al asunto, Javier, que desde su última ruptura se había negado a enamorarse de nuevo, pensó que lo mejor sería encontrar a dos mujeres con las que casarse por conveniencia, con un contrato y una suma de dinero de seis cifras, y aunque Nicolás estuvo reticente en un principio, finalmente, cedió a la locura de plan que había ideado su hermano.
¿Qué podía salir mal?
Pues nada, solo que no contaban con que en la ecuación entraran dos mujeres como Valentina y Laura, capaces de conseguir que su plan perfecto se fuera al garete y ambos desearan que aquel contrato pasara de ser temporal a indefinido.